
Presentación en las JORNADAS INTERNACIONALES ARTE EN EL SUR 2014:
LATINOAMÉRICA Y LATINOAMERICANISMO EN LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA VISUAL.
Departamento de Artes Visuales
Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes
Universidad Nacional de San Juan - Argentina
4, 5 y 6 de Septiembre 2014
Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson.
Isabel Salazar B.
Investigadora
Sociologa, Universidad de Buenos Aires.
¿Transgresor de lo universal?
¿Transgresor de lo universal?
La circulación de la obra y su
lugar elegido desde el centro.
Reflexión en el marco del Proyecto "Ultima Frontera, La Subjetividad del Territorio". -Arte Bajo Cero-
¿Cuánto de latinoamericano tiene el arte latinoamericano? Lo retorcido de la cuestión está en la dualidad de su interpelación. Dualidad que en circulación se enviste de un cuerpo abstracto, llamado latinoamericano, cuerpo removido y transmutado en otro.
¿Cuál es la articulación que le otorga sentido a
ésta distinción, no es justamente la legitimación de una deslegitimación? La construcción de lo que no es en base a lo
que es, la afirmación de la otredad
desde un punto unidireccional, alentando la conformación de un territorio
trazado por las representaciones que han sido elaboradas desde los
centros hegemónicos, estableciendo el lugar que cada cual debe ocupar.
Las nuevas formas de circulación se han
multiplicado en las últimas décadas, despertando la ilusión de la anacronía de
la idea centro-periferia. Reflexión motivada por la disminución en las distancias
que recorren los cuerpos. En un sistema de
circulación global, nociones como “multiculturalismo” son significadas desde un aparente
discurso inclusivo, ocultando el poder hegemónico de una cultura en su
protagonismo como gran madre de las demás.
Esta es la forma
que toma el capitalismo global, colonias y metrópolis ya no existen como tal,
sino que ahora la relación entre capital y Estado-Nación se desarrolla como una
autocolonización en donde solo existen colonias bajo el poder del capital
global.
Si bien las comunicaciones han abierto otros
cauces expresivos, acercando a los cuerpos, es cuestionable afirmar que ha cambiado la relación entre éstos, y cuando
digo “entre”, me refiero a la construcción de la subjetividad erigida por la
modernidad.
La conformación de la filosofía moderna europea, estableció la cartografía dominante, posicionándose como sol del sistema planetario de países que hacían rotación a su alrededor. Una cultura, provinciana antiguamente se instalo como centro y desde ese lugar instalo en el pensamiento la centralidad del ego-cogito “yo pienso”, que
tuvo como premisa al “yo conquisto”.
Dussel ha cuestionado la convención del comienzo de
la modernidad fijada en la Revolución
Industrial , situandola en mil cuatrocientos noventa y dos,
momento en que Europa se encuentra con el Atlántico, momento en que la historia
deviene en una historial mundial, momento que lo nombrado mantiene un flujo
unidireccional.
Antes, Europa era una cultura provinciana,
periférica al mundo árabe. Su posición como centro fue producto de una invención ideológica, a través de una
doble falsedad; historica y geopolítica. “El
etnocentrismo europeo es el único que puede pretender identificarse con la
“universalidad-mundialidad”. El “eurocentrismo” de la modernidad es exactamente
haber confundido la universalidad abstracta con la mundialidad concreta
hegemonizada por Europa como “centro”[1].
El mito de la modernidad, es la justificación de una
práctica irracional de violencia, de una civilización moderna que se
autocomprende como superior, y que en los albores presentes difumina su
posición dando voz a los sin voz.
La inocencia de la modernidad es negada, afirmando
la alteridad del Otro. Por consiguiente, la razón moderna es trascendida, tras
la declaración de inocencia de sus victimas, como personas negadas por la
modernidad, como identidad en la exterioridad.
Así, la modernidad empieza en
América Latina y su crítica también.
Es necesario repensar la historia latinoamericana construyendo
categorías propias, que permitan entender los procesos artísticos desde estas latitudes. Remover el “yo pienso” que corta el lazo entre
la comunidad y el individuo, que se absolutiza. Dirigir la mirada hacia las
experiencias colectivas y autogestionadas que ponen el arte en acción, abriendo
espacios intersiciales de circulación que
intentan fugarse de las formas instaladas por los mercados eurocéntricos. Experiencias
que rasgan el sentido valorativo otorgado desde los centros del circuito
artístico que legitiman y categorizan las experiencias como universal o local,
según la mirada dominante, valiéndose de
la artimaña de la perspectiva pluralista que marca los lugares que ocupan los
“otros” alrededor del “Arte con mayúscula”.
En tanto experiencias que ponen en cuestión la
construcción de lasubjetividad moderna atreviéndose a pensar la cartografía oficial bajo revisión.Comprendiendo que todo centro fue periferia, y que su
fuerza de gravedad reside en el soporte subjetivo que se aloja en cada una de
nuestras mentes.
Experiencias que vislumbren un nuevo sujeto, que
confronte las representaciones que yacen
cómodas y rigidas, para lanzarse al abismo, al encuentro con circunstancia
inciertas, en que toda denotación, es
posibilidad de nueva significación. Un sujeto que despliega sus capacidades más
alla de lo objetivo como externalidad, enriqueciendo la temporalidad, permitiéndose abrirla hacia lo emergente. Un sujeto en proceso, en una
construcción siempre inacabada, que inaugura una historicidad abierta y en
potencia.
Hablamos de la construcción de una nueva
epistemología, que piense en lo que tiene para decir hoy la periferia del
pensamiento categorial. Que piense que tiene para decir hoy la periferia de la
distinción de “latinoamericano” al arte que esta siendo arte. Un pasaje desde el “ser” ,que cristaliza al sujeto, que
cristaliza el arte al que se esta sujeto, hacia el “estar siendo”, que
historiza, en la medida que enlaza al sujeto con su contexto, haciéndolo estar
en la historia. El ego-cogito instalado por la modernidad europea en el
discurso racional de la “historia mundial”, pierde centralidad y solidez ante
este giro epistemologico.
La modernidad instauró con Kant la dicotomia entre
el cuerpo y el alma. Así, lo salvaje e incivilizado quedo bajo el sello del
cuerpo. Lo civilizado e ilustrado bajo el “yo pienso”.
El “ser” sujeto a la razón instrumental, cristaliza
lo que hacemos, no lo que estamos siendo, otorgandole superioridad a lo
mecánico por sobre nuestra existencia.
Desde América Latina volvemos a pensar desde lo
sensible. Sin confundir el “estar siendo” con el “ser”. Poniendo el espíritu por sobre la técnica. Recordando el origen metafórico del lenguaje, pensandolo
desde la poesía, para poner la lengua en cuestión. Como aquello que sobrepasa
lo comunicable, lo definible, lo que “es”, volviendo la lengua al cuerpo, y el
cuerpo a la lengua en el “estar siendo” lengua.
Es indudable la importancia de la construcción de
nuestras categorías, de nuestras epistemologías, comprendiendo la imposibilidad
de “estar siendo” si no lo somos desde nosotros mismos. La imposibilidad de
estar siendo “arte latinoamericano” si no estamos nombrando el texto en el
contexto , conformando así, un pensamiento situado, que utiliza la metáfora como nacimiento incansable de lo que “significa”.
En palabras de Zemelman tenemos que asumir la
incompletitud, ya que, por inacabados, “estamos siendo”. Por inacabados podemos
hablar en
una lengua mojada en mares no nacidos[2], por inacabados tenemos voluntad y el atrevimiento de
asumir el desafio de lanzarnos hacia circunstancias aún no creadas, por
inacabados podemos cuestionar la noción de arte latinoamericano.
Esta potencia del sujeto que “está siendo” alimenta
la utopía de la evasión, la posibilidad de abrir caminos no trazados, la
posibilidad de abrir caminos propios, de pensar desde el sueño.
La “evocación” del arte latinoamericano es un jugar
con lo que significa el arte hablando la propia lengua, creando el concepto. En
vistas, de que quien define el concepto, define parte de la lucha, debemos
crear nuestras trincheras desde el propio lenguaje.
En el acto mismo de pensarnos, estamos siendo
sujetos a un nuevo sujeto, el movimiento de los límites de las determinaciones,
es el que da nacimiento a lo emergente, es aquí donde reside la legitimación
del arte desde aquí.
Un sujeto que comprende la historia, y a si mismo, como inacabado, genera nuevos
espacios, en donde los parámetros y convenciones, que paralizan y fijan un
discurso, como el orden y el poder, son removidos, trascendidos. Hablando un
lenguaje activador, vital, alegre, que rompe con los límites de lo
dado-significado, creando universos infinitos de significación, que bañan constantemente
el pensamiento. En palabras de Zemelman, hablamos de la recolocacion del sujeto en el discurso a partir de categorías que
puedan distanciarse de lo objetivo-predicado. Se trata de transformar la dialéctica del devenir en potencia a
partir de concebir la dinámica de lo real como potenciación de lo potenciable[3].
Despertando nuestra voluntad de querer estar,
construyendo en nuestro “estar siendo” nuevas realidades, que potencian la
capacidad de actuar y reactuar del sujeto situado. Es decir, haciendo una
lectura de la realidad como espacio de posibilidades, que no se agota en la
lógica de sus objetos, sino que los transgrede, para que emerga lo oculto en lo
dado.
Esta potencialidad es la que posibilita desencajarse
de la mirada de lo universal o lo otro, de trascender la dualidad entre el centro y la
periferia, de estar sujeto a ser la contrapartida,
para conformar una posición propia que tiene la cualidad de ser móvil, de
articularse ludicamente a través de la enunciación poetica, de conformar un
cuerpo en devenir “entre” otros cuerpos, que reavivan la diferencia cultural
como gesto político afirmativo. “ (…) el arte latinoamericano puede dejar de
ser concebido como una figura autosuficiente, identica a sí, como un santuario
consagrado al origen mítico, el final feliz de una heroica síntesis histórica o
la contracara relegada del arte universal. Por eso hablar de –arte
latinoamericano- puede resultar útil en cuanto su concepto no designa una
esencia sino una sección, prágmáticamente recortada por razones políticas,
conveniencias históricas o eficacia metodológica, en cuanto permite nombrar un
espacio, discursivamente construido, en el que coinciden o se cruzan jugadas
alternativas de significación y propuestas que se resisten a ser enunciadas
desde las razones del centro”[4].
En este sentido el arte desde estas latitudes ocurre
en un vaiven que significa y se aleja de la nocion de arte latinoamericano,
escapando a ser señalado desde la vereda de al lado, y al mismo tiempo
recurriendo a la convergencia de las múltiples experiencias artísticas que
tienen como motor la fuga de la trampa propia y la ajena.
Digo “trampa propia” siguiendo a Mosquera, haciendo
alusión sobre la neurosis colectiva que implica la busqueda incesante de una
identidad común, unificadora, dentro de un contexto fragmentado. La “trampa
ajena”, por su lado, apunta a la comprensión de nuestro arte como
derivado del europeo. Escapar de ambas trampas implica comprender la identidad
latinoamericana como inconclusa, abandonando la idea de identidad suturada y
autodefinida, para comprenderla como una practica articulatoria dentro de un
discurso que establece puntos parciales y móviles que fijan parcialmente el
sentido, dando cabida a la multiplicidad de contextos paralelos que conforman
lo llamado “latinoamericano”, envestido de homogeneidad esencialista útil para
la diferenciación y valor en el circuito de mercado internacional.
La identidad siempre inacabada de Latinoamerica, su
carácter permeable y articulatorio es analogo a los márgenes del arte, su
autonomía está disuelta, el sentido de lo meramente estetico no es lo central,
lo es la articulación con otros campos que abren un sentido renovado a la
experiencia artística que viene a cuestionar lo propiamente artístico desde la
periferia, desde los bordes.
El situarse en la periferia es una posibilidad
constante al desborde de las identidades, de las autonomias, de los canones, es
una posibilidad de estar siendo vanguardia entre vanguardias, que tensionan lo
dado, que interpelan al sujeto a la autoreflexión. De aquí el puente fructifero
que éstas latitudes extienden entre la filosofia y el arte, como sistemas
articuladores de sentido que confluyen en una poesía visual. La autonomia de
cualquiera de ellas, se torna anémica, un arte encerrado en sus propias
representaciones y conceptos, una filosofia apresada en la especulación
intelectual, se congelan dentro sus propias fronteras. Nuestra realidad impulsa
el fluir entre ambos hacia una praxis crítica, que se esboza como una manera de
pensar, en tanto, socava la relacion entre cuerpos, socaba las conformación de la subjetividad,
que cuestiona su construcción como neta interioridad y la desplaza hacia un
“entre”, un pasaje. El puente abierto entre filosofia latinoamericana y arte difuminan
la dualidad entre adentro y afuera, entre cuerpo y alma, entre centro y
periferia para encontrarse con lo indeterminado que otorga voz propia a los silencios
de las conquistas.
[1] Dussel, E (2003). Europa, modernidad y eurocentrismo. Clacso,
Bs As. Pág 48.
[2] Zemelman, Hugo (2007). El ángel de la historia:
determinación y autonomía de la
condición
humana. Anthropos.
Barcelona. Pág 20
[3] Zemelman, Hugo (2007). El ángel de la historia:
determinación y autonomía de la
condición
humana. Anthropos.
Barcelona. Pág 20
Pág 33
[4] Escobar,
T. Arte indígena (2011). El desafío de lo universal. En: en Una teoría del arte desde América Latina,ed. José
Jiménez, Badajoz, MEIAC;Madrid, Turner, 2011.Pág 10